Piensa en mi, ya sabes quien soy,
el primero que he llegado a tu cabeza, aquel por el que suspiras y recuerdas,
ese con el que pasarias el resto de tu vida, el que se encuentra en tu corazón
y no deja que ningún otro entre. ¿Me ves? Imaginanos, uno frente al otro, de
pie, sin hablar, pensando...
Esa noche mi vuelo hasta Ámsterdam se retrasó, un taxi
me trajo al hotel haciéndose camino entre la intensa lluvia de la noche. Entré
al hotel y me acerqué a recepción. Allí estabas tú, como un sueño, un cruce de
miradas tan sinceras, esa sonrisa… Atontado, me dirigí a la habitación, estaba
cansado y precisaba de una ducha.
Pedí la cena, algo ligero y unas fresas, con
nata claro, mi vicio. Me desvestí con pereza en la cama, me hice complice de
una pequeña toalla y entré en la bañera. Picaron a la puerta, que inoportunos, la
cena. Me apresuré a terminar con el caliente baño y salí al comedor de la suit.
Allí estabas tú, como si del destino se tratase volvimos a encontrarnos, nos
miramos, en silencio... buenas noches dijimos a la vez, se te escapó una
pequeña sonrisa, y que sonrisa! De repente mi toalla, ya no mi complice, hizo
uso de las leyes físicas y cayó a mis pies. Desnudo me encontré frente a tus
ojos, grandes y oscuros, hipnotizantes... Te giraste disculpándote, luchando
contra las ganas de ver otra vez ese cuerpo desnudo, que no era solo un cuerpo,
era la unión de un cruce de miradas, una sonrisa misteriosa y unos ojos que no
dejaban de perseguirte. En ese instante y sin saber porqué volviste a darte la
vuelta, un paso al frente y con un estilo que ni una modelo de anuncio, te
sacaste esa goma del pelo que cohibía mostrar la bonita melena que escondías.
Sin poder evitarlo, te agarré por la cintura fuertemente, te miré a los ojos, y
mientras cruzabas tus brazos tras mi cabeza, te lanzaste a mis labios. No fue
un simple beso, era un cúmulo de pasión, tristezas, alegrías y muchos
sentimientos que antes te habían convertido en esa chica tímida y desconfiada,
errores de hombres pasados que no supieron tratarte como debieron.
Nos
estábamos besando como si del fin del mundo se tratase, quizás no era el final
de la vida, pero si un nuevo comenzar para los dos, que experimentábamos una
sensación nunca antes conocida. Empecé a desnudarte poco a poco, primero el
delantal blanco que tan sexy te hacía, después tu faldilla azul oscuro,
muy despacio. Pero cuando llegué a la camisa no pude esperar más y destripé los
botones, como si el animal que llevaba en mi hubiese hecho uso de su poder.
Caímos en la cama, que cómoda, aunque a ninguno de los dos nos importaba en ese
momento. Tú mirándome hacia arriba, siempre, sin
perder mis ojos, yo apoyado en tu cuerpo y en la cama. Acaricié tu cuello
suavemente y seguidamente lo besé, como si de una de las 7 maravillas del mundo
se tratase. Besos cortos pero suaves, rápidos pero cariñosos, un cosquilleo te
recorría el cuello bajando hacia tu pecho. Paré, te miré con esa sonrisa del
que algo trama y giré tu cuello para que sintieras lo mismo en el otro lado. Me
cansé de pequeños besos y te mordí con dulzura, como si quisiera comerte pero
pensando que tu cuerpo era algo que merecía ser conservado en su belleza
natural. Te gustaban esos mordiscos, no dolían, te hacían sentir el doble, me
decidí a bajar por tu cuello hasta tus pechos. Eran perfectos, algo creado por
la naturaleza y como un diseño perfecto de Da Vinci. Hiciste un leve gemido al
sentir mis dientes en un pezón, después mi lengua, tu cara mostraba placer, me
gustaba parar y observar como levantabas tu cabeza sonriendo como preguntando
porqué me había detenido. Nos sentíamos complices, almas gemelas, esa persona a
la que no conoces pero que algo dentro de ti te habla y te dice que estabais
destinados.
Me cansé de tu cuello y tus pechos, aunque
suelen ser tus labios el mejor lugar donde uno está, desde que empezamos a
desnudarnos solo pensaba en una cosa, darte el máximo placer, llevarte a más
allá de una lujuria humana, hacer que tus mariposas volaran libres a nuestro
alrededor volando al son de la pasión. Bajé la cabeza entre tus piernas, tu te
mordías los labios sabiendo lo que iba a suceder… fue un climax, el punto
álgido del orgasmo que se fue acumulando detrás de cada caricia, de cada beso y
cada mordisco en tu cuello… te sentiste libre y yo liberado… nos abrazamos, me
miraste y me preguntaste: ¿Por qué yo? Sonreí, te di un beso en la frente y
contesté: Porqué tu supiste verme cuando nadie lo hacia, y caí en un sueño
profundo motivado por la gran paz que sentía a tu lado, poco me importaba mi
trabajo, el dinero, las obligaciones… tú eras suficiente para mi. Quizás lo
único que me quedaba, era como si sin tu amor se me escapara la vida y creeme,
quedarse sin vida estando vivo es lo peor que puede sucederte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario