viernes, 11 de octubre de 2013

EL HOTEL DE ÁMSTERDAM


Piensa en mi, ya sabes quien soy, el primero que he llegado a tu cabeza, aquel por el que suspiras y recuerdas, ese con el que pasarias el resto de tu vida, el que se encuentra en tu corazón y no deja que ningún otro entre. ¿Me ves? Imaginanos, uno frente al otro, de pie, sin hablar, pensando...
Esa noche mi vuelo hasta Ámsterdam se retrasó, un taxi me trajo al hotel haciéndose camino entre la intensa lluvia de la noche. Entré al hotel y me acerqué a recepción. Allí estabas tú, como un sueño, un cruce de miradas tan sinceras, esa sonrisa… Atontado, me dirigí a la habitación, estaba cansado y precisaba de una ducha. 

Pedí la cena, algo ligero y unas fresas, con nata claro, mi vicio. Me desvestí con pereza en la cama, me hice complice de una pequeña toalla y entré en la bañera. Picaron a la puerta, que inoportunos, la cena. Me apresuré a terminar con el caliente baño y salí al comedor de la suit. Allí estabas tú, como si del destino se tratase volvimos a encontrarnos, nos miramos, en silencio... buenas noches dijimos a la vez, se te escapó una pequeña sonrisa, y que sonrisa! De repente mi toalla, ya no mi complice, hizo uso de las leyes físicas y cayó a mis pies. Desnudo me encontré frente a tus ojos, grandes y oscuros, hipnotizantes... Te giraste disculpándote, luchando contra las ganas de ver otra vez ese cuerpo desnudo, que no era solo un cuerpo, era la unión de un cruce de miradas, una sonrisa misteriosa y unos ojos que no dejaban de perseguirte. En ese instante y sin saber porqué volviste a darte la vuelta, un paso al frente y con un estilo que ni una modelo de anuncio, te sacaste esa goma del pelo que cohibía mostrar la bonita melena que escondías. Sin poder evitarlo, te agarré por la cintura fuertemente, te miré a los ojos, y mientras cruzabas tus brazos tras mi cabeza, te lanzaste a mis labios. No fue un simple beso, era un cúmulo de pasión, tristezas, alegrías y muchos sentimientos que antes te habían convertido en esa chica tímida y desconfiada, errores de hombres pasados que no supieron tratarte como debieron. 
Nos estábamos besando como si del fin del mundo se tratase, quizás no era el final de la vida, pero si un nuevo comenzar para los dos, que experimentábamos una sensación nunca antes conocida. Empecé a desnudarte poco a poco, primero el delantal blanco que tan sexy te hacía,  después tu faldilla azul oscuro, muy despacio. Pero cuando llegué a la camisa no pude esperar más y destripé los botones, como si el animal que llevaba en mi hubiese hecho uso de su poder. Caímos en la cama, que cómoda, aunque a ninguno de los dos nos importaba en ese momento. Tú mirándome hacia arriba, siempre, sin perder mis ojos, yo apoyado en tu cuerpo y en la cama. Acaricié tu cuello suavemente y seguidamente lo besé, como si de una de las 7 maravillas del mundo se tratase. Besos cortos pero suaves, rápidos pero cariñosos, un cosquilleo te recorría el cuello bajando hacia tu pecho. Paré, te miré con esa sonrisa del que algo trama y giré tu cuello para que sintieras lo mismo en el otro lado. Me cansé de pequeños besos y te mordí con dulzura, como si quisiera comerte pero pensando que tu cuerpo era algo que merecía ser conservado en su belleza natural. Te gustaban esos mordiscos, no dolían, te hacían sentir el doble, me decidí a bajar por tu cuello hasta tus pechos. Eran perfectos, algo creado por la naturaleza y como un diseño perfecto de Da Vinci. Hiciste un leve gemido al sentir mis dientes en un pezón, después mi lengua, tu cara mostraba placer, me gustaba parar y observar como levantabas tu cabeza sonriendo como preguntando porqué me había detenido. Nos sentíamos complices, almas gemelas, esa persona a la que no conoces pero que algo dentro de ti te habla y te dice que estabais destinados.

Me cansé de tu cuello y tus pechos, aunque suelen ser tus labios el mejor lugar donde uno está, desde que empezamos a desnudarnos solo pensaba en una cosa, darte el máximo placer, llevarte a más allá de una lujuria humana, hacer que tus mariposas volaran libres a nuestro alrededor volando al son de la pasión. Bajé la cabeza entre tus piernas, tu te mordías los labios sabiendo lo que iba a suceder… fue un climax, el punto álgido del orgasmo que se fue acumulando detrás de cada caricia, de cada beso y cada mordisco en tu cuello… te sentiste libre y yo liberado… nos abrazamos, me miraste y me preguntaste: ¿Por qué yo? Sonreí, te di un beso en la frente y contesté: Porqué tu supiste verme cuando nadie lo hacia, y caí en un sueño profundo motivado por la gran paz que sentía a tu lado, poco me importaba mi trabajo, el dinero, las obligaciones… tú eras suficiente para mi. Quizás lo único que me quedaba, era como si sin tu amor se me escapara la vida y creeme, quedarse sin vida estando vivo es lo peor que puede sucederte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario